La carta extraviada de Lila
28 de mayo de 2015
Algún lugar
Comencemos por desistir de toda
idea de amabilidad o trascendencia porque yo solo le escribo esta carta al que
simplemente la encuentre en la calle y quiera leer, no importa mucho quien soy,
pero me dicen Lila y lila verde me siento yo, sólo puedo decirle que soy color
verde, que quiero ser azul y muchos me ven blanca.
Espero que el momento en el que encuentre
esta carta, el cielo esté de la manera más apropiada posible según su emoción
en este instante, si soy sincera hoy es un día frío, me encuentro entre cobijas
y con muchas ganas de escribirle, pensará que soy una loca, pero simplemente
escribo y es lo que me apasiona, lo que me persigue y hace tiempo no se acercaba
tanto como hoy, porque sucede que la vida me ha llenado con sensaciones simples
que no suscitan nada en mí, hasta este momento. Me gusta perpetuar y hoy quiero
recordar a quien se fue hace tiempo a quien a veces se me olvida, pero cada vez
que escucho sobre él, se me forma una sonrisa en cada poro o dependiendo del
día, una tristeza absurda.
En estos días, una persona me
dijo que le temía a olvidar, yo nunca había pensado en eso, yo como que igual
siempre olvido, siempre pierdo nociones y pues sí, me arrepiento, pero a fin de
cuentas se me termina olvidando la frustración y el día puede continuar con su
rutina, así yo me detenga, todo continua. Ojalá usted, a quien tanto me esmeré
por escribirle, se haya detenido, así como yo en este momento, para pensar un
poco en usted, en que tan deliciosa es la sensación del sol o del viento, que
si respira lento le gustará todo, podrá inhalar un poco de vida, porque créame
que últimamente no respiramos vida, solo afanes y fugacidad, rapidez y
finalmente cansancio; deténgase un poco a pensar en que tan interesante sería
atreverse a decir lo que no ha dicho, a ser más usted por gusto, que no ser
usted por simple aceptación, que debe guardar tiempo para su interior, para la
introspección, digo yo, o para leer, hace poco encontré un libro que se llama
“La voz de Lila”, me emocioné, porque pues tenía mi nombre, pero no era nada
parecido a mí, si algún día se lo encuentra léalo con gusto que finalmente a
uno lo hace reír, y si puede acuérdese de mí y piense que hay otra Lila en
algún lugar que no es como esa Lila del libro, una Lila a la que le gusta
dormir mucho, tomar el sol, ver el cielo, fumar un cigarrillo de vez en cuando,
escribir siempre, tomar café con Cerúleo y besar, que hay una Lila que se muere
por salir ya a la vida y vivir, conocer, volar, entender y enseñar, porque sí
que es bonito enseñar y cambiar al mundo con esto.
Tengo una gata que se llama
Pandora y sueña con ser más estrella que gata, le encanta mezclarse entre las
plantas y mirar por la ventana, odia la calle, pero le fascina verla, duerme
casi como yo, disfruta de las uñas al rascar su piel y de cazar sueños, o
insectos, mira al cielo como con la esperanza de salir volando, aunque no sé si
los gatos conciban la idea de volar; sus pupilas son como la noche en el campo:
totalmente oscuras, pero con una luna que ilumina perfectamente bien, son frías
y a la vez acogedoras, plasman amor, aunque ellos no amen, sus orejitas plasman
alerta y sus patas ganas de morderla, en fin, Pandora no debería aparecer aquí,
sin embargo se la mostré, para que no pregunte por mí, pero sí por ella.
No sé cómo despedirme porque
realmente no sé cómo es usted, si me ve por la calle deténgame y dígame que me
leyó, que soy una psicópata por colgar un papel en la calle en el cual pareciese
que mientras me lee yo lo observo, que escribo mal, que mis sueños son una
mierda, dígame lo que crea de mí, dígame de todo. Le agradezco por detenerse un
poquito, y si quiere cuelgue otra carta aquí, en este mismo lugar, que créame
que algún día pasaré por aquí y la recogeré con la esperanza de saber un poco
más de usted, pero no usted de mí. Pase un buen día extraño, sueñe y despegue
con los sueños, se lo agradecería.
Atentamente,
Lila.
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