CARTA A UN AUSENTE
Escribo ausentemente esta carta a
usted, señor, que entre las nubes se escode, que alguna vez dejó miles de
cuadros sin terminar, pero nunca, nunca, dejó una sonrisa a medias, le escribo
nostálgicamente esta carta porque temo que en este pasar de tiempo se haya
olvidado de mí y que el más allá lo haya sometido a la perdida de la memoria.
Le escribo para contarle que me he
olvidado de usted y no sabe lo doloroso que es escribirle a alguien al que uno
no recuerda, lo veo en las fotos y lo reconozco, pero no es igual, yo creo que
más bien debería dejar de ocultarse en una nube y venir, para caminar y hablar
un poco de esa vida que ya no compartimos hace varios años.
No le miento en que lo abandonaron mis
letras, créame que no quería que esto me sucediera, pero es que se cruzó muy
poco por mi vida, dejó de contarme historias, inclusive en mis sueños ya no se
cruza el rojo de su espíritu.
Hombre, sí, usted, el de la cabeza
pulcra y blanca, el que con sus manos me moldeaba sonrisas, el que se inventaba
mundos que me permitía recorrer mientras tomaba su mano, lo extraño, pero no lo
recuerdo, lo admiro, pero su voz ya ni me suena, su risa se quedó como huésped
en ese árbol alto que pintó alguna vez y al cuál yo ya no voy.
Permítame contarle que en estos
años no ha sucedido mucho, principalmente extrañarlo y aunque no lo crea su espíritu
se está personificando en alguien más, no por completo, pero si en muchas
cosas, sin embargo, yo puedo estar equivocándome, porque como le he dicho ya no
lo recuerdo, y que feo suena esto, no por eso quiero que piense que ya no me
inspira, claro que lo hace, pero es que muchos de los que empiezan ese eterno
camino, del otro lado de la vida, se me olvidan, porque los que están allá me
acompañaron un corto, cortísimo tiempo.
Pienso lo poco que se sobre usted y
mis ojos se repletan de agua, como si mi iris se derritiera y no me dejara más
que un anhelo de verlo, quisiera recordar lo que ya no recuerdo, quisiera ver
más de sus obras de arte, desearía más que nada que la vida no se le hubiera
acabado tan pronto, pero esta idea es más que egoísta, con usted y su poco
recuerdo soy egoísta, lo admito.
No quisiera, pero por un afán de
esta noche, el final de esta carta debe llegar, tal vez, nunca la lea, porque
por allá, sea donde sea que se encuentre,
mis cartas no llegan o eso creo. Igual quiero que se aparezca por mis sueños y
me permita sin ningún afán leerle mi último-primer escrito de una gran aventura
de la cuál usted, hombre olvidado, hará parte totalmente.
Le envío mi nueva onírica dirección
si es que por crueldad de las nubes estas no se la han hecho llegar.
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