Sopa de Amapola

60 minutos que trascienden en una caricia, tres mil seiscientos segundos  de los cuales solo logro recordar cien o tal vez menos.
Es como balancear tu cuerpo, como abrir cada poro y de estos sacar salpullidos de sensaciones, que se contagian en el aire, que se desvanecen con la molécula de CO2, que estallan y dejan de ser, dejan de besar labios, de reportar su infección, que a más de uno le hace bien y a la vez los transforma y los rellena de una hormona que químicamente los cambia y los revoluciona. 
Es como no vivir, es como ver en una fotografía el reflejo de un bonito recuerdo, es como recrear segundos de tu vida, como estallar en miles de  trizas, como revertir el tiempo, despreciar su idea y romper la forma en la que nos controla, es como abrir una luz en dos, es como soñarte frente a mí, como besar tus ojos, como oscurecer tu cabello, morder tus labios y partir tu consciencia.


Sentirse ajeno a tus sentidos, sentir que tú los controlas y no ellos a ti, que ellos están inmersos en ti y no tú en ellos. Es como soñar despierta con un amanecer, como recostarme en mi cama y sentir que me voy en una nube, como sentir el peso de la gravedad en mis hombros al cruzar un puente, como poner en silencio tu voz mientras me quedo con el alboroto de la calle, con la armonía de la caótica ciudad, es sentir el sabor de frutos rojos más intenso y delicioso, es sentir como se excita tu piel  y te transporta de a poquitos a otro mundo diferente.

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