EL MUNDO DE LA ESPERANZA

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Por mas que sienta mi mundo caer hoy, el mundo de la esperanza siempre debe dominar mi cabeza. No dejo de levantar la cabeza después de un tropiezo.

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CARTA A UN AUSENTE

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Escribo ausentemente esta carta a usted, señor, que entre las nubes se escode, que alguna vez dejó miles de cuadros sin terminar, pero nunca, nunca, dejó una sonrisa a medias, le escribo nostálgicamente esta carta porque temo que en este pasar de tiempo se haya olvidado de mí y que el más allá lo haya sometido a la perdida de la memoria. Le escribo para contarle que me he olvidado de usted y no sabe lo doloroso que es escribirle a alguien al que uno no recuerda, lo veo en las fotos y lo reconozco, pero no es igual, yo creo que más bien debería dejar de ocultarse en una nube y venir, para caminar y hablar un poco de esa vida que ya no compartimos hace varios años. No le miento en que lo abandonaron mis letras, créame que no quería que esto me sucediera, pero es que se cruzó muy poco por mi vida, dejó de contarme historias, inclusive en mis sueños ya no se cruza el rojo de su espíritu. Hombre, sí, usted, el de la cabeza pulcra y blanca, el que con sus manos me moldeaba sonrisas, e...
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La vida

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Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión, de repente esa luz solar se convirtió en un estallido y aparecieron metidos en una nube, donde no importaba nada, donde cada partícula de su cuerpo tenía un átomo de felicidad. Más tarde llegaron a un lugar maravilloso, indescriptible para el lenguaje humano. Allí tuvieron el valor de ser como nunca habían sido, de perder el peso de sus preocupaciones y tan sólo existir gratamente, sin embargo en un pasar del tiempo tal lugar se iba desvaneciendo y entendieron que el estar allí tan sólo había sido el umbral para llegar a eso que tanto tememos; la muerte.
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JUAN

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La rosa que me regalaste ayer  murió en la madrugada, mientras yo me iba mezclando con la noche, mientras las estrellas y el aro que tenia la luna a su alrededor me sometían en los sueños más convenientes y felices, al entrar me sujetaba fuertemente con las dos manos del recuerdo de esa rosa amarilla, amarilla como tu felicidad, como tu sonrisa de niño. Ese recuerdo me hería y de cierta forma también me torturaba placenteramente, tanto que me envicie a ese dolor, dolor que solo un buen masoquista podría soportar, ahí fue cuando descubrí que mi masoquismo era algo serio, algo que no controlaba y que cada día se hacía más y más fuerte. Y tu rosa se hizo mi historia, mi dolor, mi placer, mi vicio, a lo mejor y fue gracias a tu esencia oculta entre sus tantos miles de pétalos, fue así como entre miles y miles de dolores placenteros mi fe fue más ciega que cualquier otra, mi fe fue la cúspide de muchas satisfacciones, pero más adelante de muchos engaños, engaños que ni el masoquis...
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