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Mostrando entradas de marzo, 2014

Te amé frenesí de colores...

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En un frenesí de colores explote a risas y respire color, teñí mi piel, exploré y dejé cada uno de mis actos marcados con un color diferente, y mis ojos se prolongaron entonces logré ver a través de las cosas, perdí la debilidad y me sentí como la mujer maravilla, me sentí indestructible y entendí que así soy a diario, soy un mar de titanes, un mar azul, de un fuerte azul. Y sonreí y desperdicié esas tontas preocupaciones que logran apoderarse de cada una de mis células, además entendí que siempre hay remedio para cada cosa y que tomarse un jugo diario de vida te renueva y te hace ver que no importa nada más que tu subsistencia, que tu tranquilidad. Y la paz interior se volvió mi oxígeno y entonces mi cuerpo se mezcló con el negro de una pared y me transporte a una dimensión donde sólo estábamos la serenidad y yo, dónde perdí el interés por cada individuo del planeta, donde no necesitaba nada… De repente el  frío  entró como sangre a mis pulmones y se hizo una sustancia...

Regalo II

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Parece como sí me hubieran sincronizado los sentimientos con el palpitar de un corazón, pues ninguno me alcanza para encontrar un clímax, todos son lineales, son recortados a la medida de 1/4, son planos, iguales y están condenados a acompañarme día a día hasta que encuentre uno que detenga mi corazón y me permita estar en la cúspide de un mundo sin explicación, un mundo donde cada instante es aprovechable, diferente y cambiante sin importar el tamaño de éste.

Un regalo

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Y paso mucho tiempo desde la última vez que escribí así, con música, paso bastante tiempo desde que la vida empezó a hacerse lineal, desde que mi realidad intermitente se quedó apagada. Necesitaba un retumbar, una mini bomba atómica que al explotar destrozara todo a su paso y yo quedara en un estado de cristal, un estado de transparencia absoluta, también ha pasado tiempo desde que dejé de querer sentirme así, aunque ésta sea la mejor sensación, esa emoción que me transportaba a profundidades infinitas y placenteras, que se destruían con facilidad al intentar llevar a alguien más, pero no comprendía que estaban diseñadas para mí, y que si me atrevía a llevar a alguien debía aprender a quebrar dichas profundidades tan armónicamente como para lograr quedarme suspendida junto con ese otro individuo en una nebulosa de nada y todo, donde el todo es una composición del ser, de su alma, de su entorno, de sí mismo y de un complemento, o así era el todo de ese lugar, lugar que pareció desinte...

Caos

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Escribir como la soledad me consume y se hace cada vez más grande, entender que las explosiones de la vida vienen en personas, que en las noches el retumbar de mi cerebro quiebra mis pensamientos, los desdobla y los hace muy simples, los soluciona, pero en la mañana la solución se ha dispersado y olvidado. Esa noche en la que me dijo que al haberlo conocido había descubierto un detonante, tenía razón, lo encontré… Le recordó a mi cabeza que las personas son el principal detonante de cada una de estas palabras, que son la exaltación a la que debo llegar para infringir una sensación totalmente técnica dentro de mi cabeza y luego retorcerla y dejar tales términos técnicos y estereotipos que suelen pasar por medio de choques eléctricos en mis neuronas mientras realizan su sinapsis y en su código neuronal logran concebir una idea, la idea más apasionante, la que convierte unos pocos minutos del día en el momento más impactante en mi vida, el mejor momento. Pero escribía sobre la soleda...

Un mundo denso...

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Vas pedaleando tu bicicleta al ritmo de la música, al compás de los colores que refleja la noche, y la melodía que produces es esa sinfonía que te transporta a algo astral, algo donde los sentidos se hacen dueños del espacio, se pronuncian en su mayor expresión  y por consiguiente se contrastan unos entre otros creando mundos, mundos donde todo es bonito, donde todo pinta como un cuento, donde el oxígeno no es el detonante del fin de tu cuerpo (como lo es en el mundo real) sino es como el helio, te hace reír, te revienta el estómago  y salen las onomatopeyas de la risa, de las carcajadas. Vas pedaleando tu bicicleta y entonces un rayo de luz se apodera de tus ojos, los hace más castaños y profundos, enreda tu cabello y lo contorsiona, luego de unos pedaleos más te das cuenta que no hay marcha atrás y recuerdas esa idea de tiempo, recuperas su noción, recuerdas la suspicacia del humo de cigarrillo que exhalabas cuando observabas a la luna y recolectabas con tus neuronas las...